Es conocido por todos el juego del "coche amarillo": si se vislumbra
uno, aunque sea en la lejanía, el compañero recibe un fuerte puñetazo en
el brazo. En este caso, sólo se tiene en cuenta la tonalidad del
vehículo, no la marca. Sin embargo, únicamente en situaciones como la
descrita, las personas no se fijan en la marca.
En esta
sociedad de consumo, en la que la imagen que e muestra de uno mismo es
lo que realmente tiene valor, el automóvil es uno de esos asuntos que
han ido cobrando cada vez más relevancia. Pocos son los que se conforman
con poseer "algo" con lo que poder moverse. Como apuntan los últimos
datos arrojados por el CIS, Mercedes y Audi han aumentado sus ventas en
estos nueve últimos meses. Es decir, tanto estadounidenses, como
europeos o chinos prefieren coches de alta gama. Al igual que no es lo
mismo disponer de una Blackberry que de un Iphone, no puede significar
lo mismo manejar un BMW que un Ford; ni tampoco ser el propietario de un
biplaza o de un todo terreno. No puede ser igual y no lo es.
Teniendo
en cuenta el tamaño, ¿qué impresión da un hombre conduciendo un cuatro
por cuatro? Debido a las dimensiones de este, parece que el dueño está
observando desde la atalaya como si fuese un ciervo. Por el contrario,
si el vehículo es un biplaza, la sensación que provoca es de menudez y
sencillez.
Con respecto a la empresa que ha fabricado
el automóvil, también existen clichés. Un ejecutivo siempre dispondrá de
un coche de alta gama, ¿o no? Y atendiendo al color del producto,
igualmente saltan a la vista las diferencias. Los colores vivos y
alegres se relacionan con la inmadurez o con el ser indómito. No
obstante, las tonalidades oscuras son las predominantes ya que confieren
ciertos valores como la sobriedad, la responsabilidad.
En
definitiva, lo que influye en este juego de las percepciones, roles o
estereotipos es el grado de esnobismo al que los sujetos lleguen.
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