9 oct 2012

Mejor solos que mal acompañados

Desde pequeños nos inculcan que hay que estar en silencio y en serenidad para poder hacer las cosas bien. Sin embargo, no nos gusta estar callados. Asociamos la ausencia de ruido con la soledad, con no estar rodeados de nuestros amigos, con la muerte...Y, en parte, todo eso es cierto ya que en esas circunstancias también aparece el silencio. El aburrimiento, el cansancio o la vejez son otras acepciones de esa palabra. Seguramente, nuestros padres nos han mandado callar porque la abuela estaba en casa durmiendo o viendo la "caja tonta". Es decir, valoramos el ruido como algo positivo: es locura, es acción, es diversión, es vida.

No obstante, estamos equivocados. Los mejores momentos de nuestra existencia son silenciosos: un beso, una sonrisa, una caricia, un abrazo o una mirada no son instantes sonoros; pero estos nos llevan a la gloria. Es maravilloso escuchar un "te quiero", mas es todavía más magnífico sentir que la otra persona nos ama. No hace falta decir nada para expresarlo. Además, el silencio nos permite saborear cada minuto que pasamos en este planeta. Conseguimos apreciar, hasta límites insospechados, todas aquellos instantes que no estamos dispuestos a olvidar.

Asimismo, la tranquilidad da paso a las buenas ideas. Einstrein descubrió la gravedad cuando una manzana cayó mientras estaba descansando. Por no decir cómo nos ayuda en situaciones de peligro. Es nuestro mejor aliado porque nos permite prestar más atención.

A pesar de todas esas magníficas cosas que ocurren en segundos mudos, pensamos antes en los significados negativos. ¿ O es que tenemos miedo a quedarnos en silencio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario